De pronto, y sin aviso, corrió por su cuerpo una sensación ajena a cualquiera que haya tenido antes. Digamos que fue una oleada de frío que subió súbitamente de pies a cabeza haciendo una prolongada parada en su estómago, sin embargo, ella no podría así describirla pues sólo reconoce el calor de donde vive y como es de sabiduría popular, no se puede describir con lo que no se sabe.

Sus manos temblaban. No podía creer lo que había visto a través del orificio formado en un recóndito sitio de aquél muro que rodeaba su pequeña existencia.

Al principio, el repetitivo BUM-BUM BUM-BUM le era inaudible.  Con el paso de los años fue reconociendo su existencia. Algunas veces aceleraba su marcha pero poco a poco retomaba su galope habitual. Ha sido semanas atrás que sucedió el cambió y cada vez iba in crescendo hasta llegar a retumbar el ancho sitio.

Justo fue en una de tantas zangoloteadas que la tumbaban, cuando vio aquél espacio. No recordaba haberlo visto antes y lo primero que vino a su mente fue el miedo de que tanta fuerza de los muros estuviese acabando con ellos y que no faltara mucho en encontrarse flotando en una nata, o algo parecido, que acabara con su vida.

Pronto se sobrepuso y se acercó a observar, pues aunque le daba miedo también le producía curiosidad aquél insólito suceso. Mientras más cerca del muro se encontraba, más ansiosa se sentía. Al unirse ojo con muro y enfocar la vista, sus ojos se agrandaron y quedó paralizada. Había visto una corriente de luz intensificarse mientras avanzaba hacia ella. Sin siquiera tener conocimiento de qué era, podía presentir su consecuencia pues del muro no lograba desprenderse por más que lo intentaba y la ansiedad se había vuelto tal que podía sentir como buscaba salirse de ella.

Así fue como terminó su existencia, en una explosión palpitante creada por el reconocimiento de si misma.